Muy al contrario de lo que sucede en la mayor parte del mundo Occidental donde la delgadez (incluso a veces excesiva) se ha vuelto un valor sublime, dentro de la población árabe blanca de Mauritania, la gordura es sinónimo de belleza así como de riqueza. De acuerdo a una tradición ancestral, muchas niñas -una de cada diez- pasan una temporada en una granja donde son alimentadas por la fuerza hasta verse "gorditas". Todavía se pueden ver en las localidades rurales, mujeres robustas, de paso lento, de manos delicadas -que cuelgan de unos brazos regordetes- cubiertas de coloridos vestidos para protegerse del Sol. "Las hago comer muchos dátiles, cuscús (una comida tradicional del norte de África hecha de trigo) y otras cosas engordantes", comentó Fatematour, una voluminosa mujer de sesenta años que dirige una especie de "Centro de Engorde" en Atar, un pueblo desértico en el norte del país.
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