Hay quienes afirman que la “culpa” del libertinaje sexual que existe actualmente es de los medios de comunicación (donde se incluye tanto la televisión como el cine, la prensa impresa o incluso los blogs).
Realmente la palabra “culpa” es uno de los pocos vocablos que eliminaría gustosa de nuestra comunicación, prefiero la palabra “responsabilidad”. Como dato histórico les apunto que el término “responsabilidad” surgió apenas en el siglo XIX, proviniendo del verbo latino “respondere”, del cual se derivaba la palabra “responsum” utilizada para hacer referencia a la persona que está obligada a responder por alguien o algo. Así, la palabra “responsabilidad” también indica la conciencia del hecho (la culpa tiene cierto sabor inconsciente) y la capacidad de responder por nuestros actos.
Pero más allá de las disquisiciones terminológicas lo cierto es que idénticos niveles de “libertinaje sexual” existían en la época romana. Y que yo sepa por aquellas fechas no existía la televisión o Internet. Así, ¿quizás los medios de comunicación desempeñan el papel de chivo expiatorio para no asumir nuestras propias cuotas de responsabilidad? Una pregunta tentadora pero las cosas nunca son blancas o negras por lo que las relaciones entre los medios de comunicación y la sexualidad no son tan sencillas ni unilaterales.
En primer lugar debemos tener en cuenta que de la misma forma que nuestra sociedad produce productos porno, también produce documentales educativos sobre la sexualidad. Evidentemente la producción no se encuentra muy balanceada en términos de cantidad pero… ¿por qué elegimos uno y no el otro? ¿quién nos compulsa?
No obstante, más allá de esta decisión perfectamente consciente, existe un bombardeo de programas de contenido sexual en la televisión que en ciertos momentos llegan a producir un verdadero hastío. Y es que algunos piensan erróneamente que mostrar los órganos sexuales en la televisión nacional es sinónimo de una sociedad libre, abierta, flexible… Bueno, he vivido en sociedades donde las imágenes sexuales en los medios de comunicación tienen un protagonismo mínimo mientras que su población muestra índices bajísimos de disfunciones sexuales mientras que en otras culturas donde parece haber una gran desinhibición sexual existen elevados índices de trastornos sexuales originados por el desconocimiento, los miedos o los tabúes.
Aunque muchas personas hoy temen a la pornografía, desde mi perspectiva lo que resulta aún más preocupante son los mensajes constantes y disímiles que se transmiten allí donde no hay imágenes de sexo explícito pero que abogan por una sexualidad irresponsable de encuentros fortuitos y donde se promueve el placer sobre los sentimientos.
El problema también se encuentra en los modelos que se publicitan que comúnmente encarnan escándalos sexuales que sirven como guía a los adolescentes y jóvenes haciéndoles creer que esa es la única manera de vivir la sexualidad. Pero… ¿dónde queda el papel orientador de los padres? ¿Es que acaso podemos dejar que la nueva generación se eduque a sí misma a partir de los videojuegos y la televisión?
Así, en la relación entre sexualidad y medios de comunicación todos deberíamos subirnos las mangas e incidir en el fenómeno asumiendo las cuotas de responsabilidad que nos corresponden. No creo que la solución se halle en eliminar los mensajes negativos de contenido sexual en los medios de comunicación (si bien su disminución contribuiría) sino en la educación de las nuevas generaciones para que aprendan a desarrollar una personalidad propia, consciente de sí misma y responsable; donde la sexualidad sea aceptada en su justa medida y sea una forma para expresarse y para conectar con la pareja.
Yo no abogo por cambiar el medio, abogo por cambiar las personas. Solo entonces veremos cómo nuestro medio se transforma.
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