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Los problemas de disfunción sexual en la mujer han dejado de ser una cuestión tabú para convertirse en un apetecible negocio farmacéutico. Desde el espectacular éxito de las famosas pastillas azules para tratar la disfunción eréctil en el hombre, la industria se afana en encontrar un fármaco similar para combatir la reducción de la líbido femenina. Viagra también se probó en mujeres, pero los resultados no fueron los esperados. El fármaco engrosaba el tejido de la vagina, pero la inflamación no lograba mejorar el deseo sexual. La sexualidad femenina es más compleja que la masculina. Después de este fracaso, se llegó a la conclusión de que se necesitaba un tratamiento capaz de actuar sobre el sistema nervioso central, en los centros del placer del cerebro o en el circuito sensorial. Así nació un espray nasal: la bremelanotida.
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