Tienen muchas cosas en común. Son adolescentes en los momentos más conflictivos y problemáticos, jóvenes de 14, 15, 16 años, a veces todavía menores. Muchos proceden de familias modestas y la formación cultural sólida no abunda entre ellos. Y todos manifiestan una necesidad urgente y radical de cambiarse de sexo, aquí y ahora. Dice que la naturaleza se equivocó con ellos, que el sexo con el que nacieron no es en realidad el suyo:
- “Me gustaban los chicos, pero no soy gay; no me atraen como hombre, sino como mujer.”
- “Tengo 15 años. De mayor no sé, estoy en mi mundo de pava tonta. Sólo sé que quiero operarme. Odio lo que tengo. No quiero mi vagina para follar, sino para ser yo misma.”
- “Aún no lo he hecho del todo (15 años). Esperaré a tener mi vagina. Pero rollos, sí, claro. No hace falta decir nada. De noche todos los gatos son pardos.
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