"Retrato de una Dama" de Antonio Pollaioulo (1432-1498) |
El debate sobre qué identificamos como bello puede ser interminable. Por un lado, hay ciertos rasgos estéticos, especialmente en el arte, que consideramos universalmente bellos, pero también es bien sabido que la hermosura está en los ojos de quien mira. El dicho popular tiene razón... pero solo en parte. Una nueva investigación científica ha descubierto quela misma área del cerebro se activa en todos y cada uno de nosotros cuando nos conmueve la belleza, -por ejemplo, cuando admiramos un cuadro-, pero esta zona cerebral está al mismo tiempo relacionada con nuestro intereses personales, lo que puede explicar que las imágenes que nos motivan varíen según los individuos. La investigación, realizada por investigadores de la Universidad de Nueva York, aparece publicada en la revista Frontiers in Human Neuroscience y se puede descargar aquí.
Los investigadores presentaron ante un grupo de voluntarios, con diferentes edades y entre los que se incluían inexpertos en arte a personas con estudios de historia del arte, 109 imágenes de obras procedentes de una variedad de tradiciones culturales (americana, europea, india y japonesa) y de varios periodos históricos (desde el siglo XV hasta el pasado reciente). Las imágenes eran figurativas y abstractas, e incluían varias clasificaciones (por ejemplo, la figura femenina, masculina, un grupo mixto, naturalezas muertas, paisajes u obras abstractas). Con el fin de reducir al mínimo el reconocimiento, lo que podría dar respuestas sobre la base de la notoriedad del cuadro, no se utilizaron obras muy conocidas. De hecho, la mayoría no reconoció ninguna imagen.
Los sujetos evaluaron cada obra de arte en una escala de 1 (más bajo) a 4 (más alta) según les producía alguna emoción. Durante este período, los investigadores midieron la actividad neurológica de los sujetos utilizando imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI). Después, los sujetos del estudio completaron un cuestionario de nueve puntos en el que calificaban cada obra según les había proporcionado alegría, placer, tristeza, confusión, temor, miedo, asco, belleza o lo sublime. Las valoraciones subjetivas mostraron un acuerdo muy bajo entre los voluntarios. Cada uno tenía sus propias impresiones.
Obras que conmueven
Sin embargo, las lecturas de la actividad del cerebro mostraron que las mismas regiones sensoriales del cerebro (occipito-temporal) respondieron sin importar la «nota» que los sujetos habían dado a la pintura. Pero en las obras que recibieron un 4 -lo que indica que la pieza realmente impresionó al individuo- la resonancia magnética demostró un proceso neurológico adicional. Mientras que los sujetos variaron en qué pinturas merecían la mayor nota, todas las obras mejor calificadas provocaron en el sujeto un aumento significativo de la actividad en una red específica de las regiones frontales y subcorticales, regiones que se activan «cuando pensamos en asuntos de interés personal, como nuestros rasgos de personalidad o ensueños, o cuando contemplamos nuestro futuro», explican los investigadores. Para ellos, esto puede explicar por qué cada uno de nosotros siente la belleza de forma diferente.
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