sábado, 5 de abril de 2014

Aftersex, la nueva moda entre los jóvenes


La cultura del narcisismo contemporáneo


Autofoto después de mantener sexo (selfie aftersex) colgada en la red social Instagram por uno de sus usuarios.

La moda de los selfies aftersex, nacida hace escasas semanas en EEUU, ya ha tenido su réplica en casi todos los rincones del planeta. Se trata de una autofoto realizada tras haber mantenido relaciones sexuales, y que luego se comparte en las redes sociales, principalmente Instagram. Para los usuarios que cuelgan estos particulares selfies no va más allá que una costumbre como puede ser la del cigarrillo postcoital, aunque para los pocos psicólogos que, debido a la novedad de este fenómeno, se han acercado a ellos como objeto de estudio, coinciden en relacionarlo con un narcisismo de carácter patológico. 

La frecuencia con la que se cuelgan fotos en las redes sociales es proporcional al grado de narcisismo de cada uno, según un estudio de psicología social citado por Yves Michaud en su ensayo El narcisismo y sus avatares, publicado el pasado mes de marzo por Grasset. Sin embargo, no puede entenderse esta egolatría en los parámetros de antaño, sino en un contexto en el que la tecnología proporciona una multitud de espejos en los que mirarse y mostrarse a los demás, matiza el filósofo francés, autor de numerosas obras sobre estética y filosofía política.

La necesidad “loca” de exhibicionismo no tiene barreras hoy en día, ni siquiera en lo referente a cuestiones de la esfera más íntima, como el sexo, y es en este punto en el que se enmarcan los selfies aftersex. “Mostrar la vida sexual es un fenómeno generalizado hoy en día, nadie se siente escandalizado por ello y, a todas luces, revela una personalidad vacía”, añade Michaud. Para los menos atrevido existe también la modalidad aftersexhair, que como su propio nombre indica, consiste en mostrar el peinado, o más bien despeinado, que se luce tras una relación sexual. 

De la necesidad de compartir a la adicción por exhibir 

El filósofo Michel Foucault teorizaba los encuentros sexuales desde una perspectiva bien distinta y menos banal que la actual: "el sexo es aquello por lo que cada uno tiene que pasar para acceder a la totalidad de su cuerpo (alma) y de su identidad". Una descripción totalmente alejada de la realidad contemporánea, pues la identidad se refleja únicamente en el hecho de compartirla, no ya a la hora del café o tomando una cerveza con las personas más allegadas, sino con esa tropa de admiradores anónimos, o “amigos”, como se denominan en las redes sociales. 

El compartir ha dado paso al exhibicionismo, lo que pone de manifiesto el placer porque nos mire. Una necesidad de reconocimiento, que ni siquiera es grupal, y que caracteriza a las personas con una “personalidad débil, tremendamente inconsistente”, según Michaud. Un reconocimiento, lógicamente, superficial y que, además, es adictivo y, en ocasiones, hasta perverso. La multiplicidad de medios tecnológicos a nuestra disposición es indisociable de esta cultura narcisista contemporánea. 

El afán por mostrarse (“mira con quien me he acostado”, “estoy encantado”, “hemos tenido una noche loca”, por poner sólo algunos ejemplos), suele reflejar, en realidad, justo lo contrario a lo que se revela. Como explicaba en esta entrevista la periodista y escritora sueca Carina Bergfeldt, en Facebook se trasmite “la falsa percepción de que todo en nuestras vidas es bonito, cuando en realidad pasamos por una situación difícil”. 

Las consecuencias psíquicas del narcisismo patológico 

Cuanto peor sea el momento por el que estamos pasando, asegura Bergfeldt, más fotos colgaremos sonriendo y figurando que estamos pasándonoslo bien. Como dice el refrán: “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. Y la sabiduría popular rara vez se equivoca. 

La sociedad está mutando, las nuevas generaciones ya lo han hecho al amparo de la cobertura tecnológica que permite hinchar su ego, y las consecuencias se plasman en una menor capacidad emocional, relacional e, incluso, amorosa. Una triste paradoja. Cuanto más conectados estamos con los demás más nos alejamos de ellos y más nos imbuimos en nosotros mismos. 

El sexólogo Severio Tomasella, autor de Los amores imposibles, asocia esta nueva cultura con las crecientes dificultades de las parejas para establecer vínculos amorosos fuertes y duraderos. Pese a los cientos de “amigos” que se tienen en este tipo de redes, los lazos sociales son cada vez más débiles.

El efímero mundo de las redes sociales ha provocado que las relaciones se virtualicen, lo que también implica que se desvirtúen, por lo que “mucha gente descarga todas sus necesidades afectivas en una sola persona, la pareja”, explica el sexólogo galo. Como consecuencia de esta realidad, “cuando las cosas van mal, la separación es la salida más frecuente”, añade Tomasella. 

Sin límites a la intimidad 

Una incapacidad para superar los baches que, añade el sexólogo galo, antes era menor porque pasar tiempo con otras personas y tener un grupo de apoyo afectivo fuera de la pareja hacían todo más soportable. En esta línea, se explica el fenómeno del aumento de rupturas e infidelidades durante períodos vacacionales, en los que las parejas suelen convivir en solitario 24 horas al día. 

Sin duda, la tecnología, las redes y la interconexión permanente cuentan con una gran potencialidad para mejorar la eficiencia, propiciar la participación política, aumentar las habilidades personales y el conocimiento o desarrollar la inteligencia colectiva. Sin embargo, las tecnologías no son buenas o malas por sí mismas, sino que este juicio depende del uso que de ellas se haga. 

Para algunos psicólogos que se afanaron en analizar el famoso selfie de Ellen DeGeneres con los actores nominados a los Oscar, que eclipsó informativamente cualquier otro aspecto de la gala, esta moda puede ser una saludable práctica para los jóvenes más tímidos a los que normalmente les cuesta expresarse. Pero los aftersex o los aftersexhair han ido mucho más lejos. Y esto no ha hecho más que empezar. Una nueva cultura está en ciernes.


Autor: Ivan Gil
Fuente: El Confidencial

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